El espada no veía claro el momento de ir al toro y no hacía más que decirle a su peón de confianza.
- Dále una vuelta.
Y el peón se la daba.
-Dále otra vuelta.
Y el peón la daba.
Dále otra vuelta.
Y el peón, harto, exclamó:
-¿Pa qué quieres que le tantas vueltas hombre?
…”¿Pa qué va sé, malange? Pa ve si se marea”.