
El diestro Miguel Angel Perera con su cuadrilla en el aeropuerto rumbo a Lima, para torear este domingo en la Plaza de Acho.
Ya
lo fue, y de qué indiscutible manera, la
temporada de 2008. Pero ha sido en la que acaba de terminar cuando se ha
consagrado definitivamente, instalándose en lugar de privilegio dentro de la
primerísima fila del toreo actual. Sucesivas cornadas y percances sufridos
desde entonces hasta acá -algunos de larga y costosa recuperación-, nunca
mellaron su natural e incólume valor. Un valor tan grande como capaz de
sostener y de acrecentar sus muchas virtudes toreras.
Perera
es el torero que en su sola persona resume, perfeccionadas, todas las
revoluciones técnicas que han acontecido a lo largo de la historia. Por eso, y
por su enorme fuerza de voluntad e indeclinable amor propio, ha conseguido
situarse donde está, sin miedo a que nadie le apee de su pedestal. Y ello,
también contra el viento y la marea de los muchos que han intentado apartarle
de la contienda con repugnantes ninguneos en los medios, intentando ignorarle y
hasta con vetos más o menos claros. No han podido con él. Perera ha sumado más
tardes triunfales que ninguna otra figura. Al principio de su campaña, con fallos a espadas que le privaron de
cortar muchas orejas. Pero aun con estos fallos, terminó arrasando en varias de
las plazas más importantes. Sobre todo en las más trascendentales de Sevilla y
de Madrid, sin olvidar Alicante, Santander, Nimes, Albacete (donde indultó un
toro de Daniel Ruiz) o Logroño. Su actuación en la feria de San Miguel en la
Real Maestranza fue la mayor y más clara prueba de su conquista.
Seis
años le han bastado a Miguel Ángel para lograrlo con sobradas creces, no sólo
por haber conseguido torear con una regularidad pétrea a base de hacer
coincidir y perfeccionar, en su sola persona, todas las revoluciones que han
venido influyendo en el toreo desde las de Belmonte y Manolete hasta la última
de Paco Ojeda. Y es que el valor de Perera es uno de los más grandes y
conscientes que torero alguno haya tenido en la historia.
Si
su temporada de 2007 fue la de su ruptura como figura, y la de 2008 la de su
más claro ascenso a la cumbre, la que acaba de terminar de 2013 ha sido la que
con más nitidez le ha llevado a ocupar un privilegiado lugar entre los grandes
toreros que vienen reinando en la primera fila, a pesar de los intentos de no pocos
de impedirlo, recurriendo a toda clase de subterfugios que no solo se
emplearon en contra de su excepcional e
independiente apoderado, el matador de toros Fernando Cepeda – artífice de su
extraordinaria administración –, sino
contra el propio interesado, por lo mucho que molestaron sus enormes cualidades
profesionales que nunca se le subieron a la cabeza como hombre de la calle
prudente y educado, además de
admirablemente firme en sus valores y creencias que viene defendiendo por
encima de todo.