Su
nuevo apoderado es el propietario de Flor de Jara, el hierro anunciado en Las
Ventas. "Siempre he dicho que soy torero de Santa Coloma. He
aprendido a torear ahí". ¿Es verdad que vaticinaste salir a hombros ese
día, también este domingo y tomar la alternativa en la corrida de la Cultura?
"No pero soñar es gratis", ríe. "Sería bonito".
De
Madrid, quiso ser torero porque sí. Otra vez la eterna búsqueda
incesante del que nace. "No hay antecedentes taurinos en
la familia. Todo surge de verlo en casa, de ir a los toros. Me llamó la
atención y probé". Dejó el fútbol. "Yo era el que llevaba el balón
para jugar y aún así ni me ponían". También los estudios. "Terminaron
rápido. Los toros interrumpieron la ESO y tengo medio bachillerato. A
lo que me dedico es a los toros. Me salió la moneda y por la cara que
quería", lanza. ¿Por qué hay que jugarse la vida? "En realidad a nadie le gusta jugarse la vida. Por
gusto menos. Hay que hacer algo. Hay que ganar dinero siendo torero".
La
situación de los novilleros es delicada. "Si te paras a pensarlo...
peor". El sistema favorece la organización de corridas de toros y el cepo
se cierra sobre los aspirantes. "Los que torean son privilegiados. Después de San Isidro voy a ser de esos". Apenas
se dan novilladas, lo que debería aumentar la rivalidad, crear un caldo de
cultivo de rebelión. "No tengo rivalidad con ninguno", suelta poco
convencido. A Ángel Sánchez le queda corto ese discurso,
el guión oficial. "No soy amigo de mis compañeros. No me
gusta llevarme bien con ellos", rompe. "Les saludo y tal... Si se les
pudiera pisar y que vayan a la corrida con un esguince, mejor", se
divierte. Ahora se dan dos besos en el patio de cuadrillas", se queja.
"Tú vas a estar bien y yo voy a estar mejor. No puedo permitir que me mejores. Así tiene que
ser la cosa".
-En
qué toreros te fijas.
-Sinceramente,
por mi forma y mi concepto hay poco en lo que fijarse. Prefiero los antiguos.
Me fijo en toreros como Camino, Ojeda... Toreros que han marcado una época como
El Viti. Ya me gustaría llegar a la mitad que ellos.
Su
existencia transcurre entre entrenamientos, tentaderos y hablando de toros. ¿Y
la vida normal? "El toreo te quita la adolescencia. Tienes que estar
mentalizado". "Salgo con mis amigos cuando puedo porque prefiero
estar entrenando". Se hace el silencio. No será para tanto. "A
ver. También me pego mis pincelaítas por
ahí, cuando acaba la temporada", se apresura a aclarar. "Hay que
pasarlo bien", ataja quizá pensando en la tertulia post
novillada.
Lleva
un tiempo digiriendo piropos. "Un torero tiene que ser humilde y no
creerse nada. Los que se lo creen se quedan en casa. Lo que me ha pasado a mí
no es nada", relativiza. "Es sólo el principio, sé que puedo hacer el
doble. Hay que ser uno mismo. Ser campechano, como el
rey".