1o.
de diciembre de 1991. Esta es la fecha que marcaría el inicio del idilio de
Lima con Enrique Ponce Martínez; aquel día donde a un toro de Capiro de Sonsón
le cortó las dos orejas y realizó una extraordinaria faena -incluso de muchas
ferias-. La comunión que se produjo aquel 26 de noviembre del año 2000 terminó
por consolidar el romance de Lima con su toreo. Un torero que año a año
continúa siendo una inacabable fuente de tauromaquia.
En
el sesquicentenario albero de Acho -tras el extraordinario despegue de la
Compañía Juan Fanning y entonación del himno nacional- nuevamente las
zapatillas de Enrique Ponce hollaban el ruedo para demostrar el extraordinario
momento que atraviesa. Porque si bien es cierto, la plaza estuvo rebosante de
ambiente y el toreo de Ponce es para todos los paladares, cuando salen los
toros complicados, difíciles, reservones y débiles, se convierte en torero para
aficionados. Desde cuidarlo en los lances de recibo, dosificarlos en el
caballo, y esperar el despliegue de su pañosa para que inicie la cátedra de
tauromaquia, esa misma que vemos a través de las retransmisiones de televisión,
su primer toro Travieso nos permitió ver eso, desde flexionando la pierna para
ahormar la embestida, el toque preciso no el brusco ni violento, sino el suave,
intentando que el toro vea solo la “bambita” de la muleta, metiendo la
“canasta”. Cambia a la zurda, el cuatreño no termina el muletazo levanta la
cabeza, insiste por naturales (los suficientes) es hora de regresar a la
derecha, de uno en uno sacando la muleta desde detrás del cuerpo para que
Travieso acudiera al primer toque. Torear erguido, relajado, mandando y en
redondo; ¿parece fácil, lo pueden hacer todos? Solo los privilegiados, y
Enrique Ponce es uno de ellos. Después de tener unos récords increíbles, seguir
a la misma altura y exigencia del público, la afición y ganas con las que se
presenta cada tarde, nos muestran que Ponce es Inacabable.
Aunque
Lima le faltó pedir con más fuerza la oreja -ser el que abre plaza y abre feria
resulta difícil- quedó demostrado que cuando Enrique Ponce torea no hay quien
no quede sublimado, salga de la plaza toreando con ansias de volver y en el
mejor de los casos se vuelva un aficionado a los toros. Crónicas de los
triunfadores de la tarde abundan, pero la labor de Don Enrique Ponce merece un
punto y aparte.
Los
toros españoles de procedencia Daniel Ruiz, estaban correctamente presentados,
algunos acusan el cambio de pastos y agua, pero tenían trapío. Dejemos muy
claro que Lima nunca ha sido torista; porque si así, lo fuese, otros hubieran
sido los toreros de Lima. No nos dejemos engañar con voces que reclaman un toro
de Madrid o Bilbao, cada país con su propia identidad.